Adorno y los materiales

Este libro es una versión revisada de una disertación doctoral, pero su origen en una instancia académica formal no debería suscitar equívocos sobre lo que aquí nos ofrece Manuel Molina. Esto por varios motivos. En principio, por la virtud de su escritura. Laboriosa y erudita, sin desdecir la elegancia, se aleja completamente de la pesadez acartonada del estilo de las tesis doctorales. Luego, por el tratamiento de su objeto. Este, el concepto de material estético en la obra tardía de Theodor W. Adorno, más que girar tautológicamente sobre sí mismo, varía de modo sorprendente según los contextos de ejecución y se disemina en el desarrollo inmanente de la interpretación mucho más allá de los clásicos topoi del filósofo frankfurtiano. Después, por su relación con el pensamiento filosófico y la reflexión artística. Sin ser un filósofo de profesión, Molina se vale rigurosamente de la comprensión filosófica en función de las exigencias de su propio pensamiento sobre el arte y con ello inviste a la investigación filosófica y a la autocomprensión artística de una frescura desacostumbrada dentro de la división departamental de los saberes especializados. Y, finalmente, por el vínculo indiviso que establece entre el acto de escribir y la propia experiencia. En contraste con la elisión del sujeto en las disertaciones, él no se desentiende del peso de los lugares desde los que toma la palabra. No sólo porque expone la diferencia y la distancia que lo constituyen como sujeto de lectura y escritura (el marica sudaca blanco de clase media con privilegios relativos), sino porque a su vez en el texto se traslucen las vacilaciones irresueltas que pugnan en su propia vida, tensionada entre el investigador del arte que se atiene al férreo trabajo conceptual de las disciplinas científicas y el artista que produce cosas y actos que franquean los códigos de inteligibilidad de los discursos y prácticas institucionales corrientes.